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ASTRONOMÍA

Observar la Luna, el astro más cercano

Principales accidentes lunares visibles a través del telescopio y lugares de alunizaje de las misiones tripuladas Apolo. (Imagen: Vicente Aupí)

Cuando el hemisferio visible está iluminado en sus tres cuartas partes se habla de Luna gibosa. Puede suceder tanto entre el cuarto creciente y Luna llena, como entre ésta y el cuarto menguante. (Foto: Vicente Aupí)

Sinus Iridum es una extensa planicie lunar existente junto al Mare Imbrium. Se trata de una de los nombres más hemosos con los que se ha bautizado un accidente en la Luna, ya que se trata de la Bahía del Arco Iris. La hermosa denominación se debe al astrónomo italiano Giovanni Battista Riccioli. (Foto: Francisco Catalá).

El cráter Copérnico es uno de los más espectaculares del hemisferio lunar visible y sus rasgos son fácilmente observables con los telescopios al alcance del aficionado. (Foto: Francisco Catalá)

La Luna es el único satélite natural conocido de la Tierra y el astro más próximo, con una distancia media de 384.000 kilómetros. Con sus 3.476 kilómetros de diámetro es la quinta luna más grande del Sistema Solar, ya que sólo la superan tres de los satélites galileanos de Júpiter (Ganimedes, Io y Callisto)) y Titán, el mayor de Saturno. Además del Sol, no ha habido ningún otro astro mejor observado y explorado que la Luna, con el añadido de que es, por el momento, el único lugar del espacio en el que el hombre ha puesto su pie.

Para el observador del cielo, la Luna es, llana y simplemente, el astro más asequible. Su magnitud aparente, cuando está llena, es de –12,7 y su diámetro aparente supera el medio grado. Por el influjo gravitatorio de la Tierra siempre presenta hacia nosotros el mismo hemisferio, por lo que desde nuestra perspectiva es imposible observar la cara oculta. De ésta se obtuvieron las primeras imágenes en 1959 gracias a la sonda espacial Luna 3, de la antigua URSS, y a partir de ese momento las sucesivas misiones, tanto rusas como estadounidenses, han permitido obtener una cartografía completa y elaborar atlas lunares digitalizados, como el del Lunar&Planetary Institute.

Los colores dominantes en la superficie lunar son el blanco y el gris, y los accidentes más llamativos de forma general son las grandes llanuras denominadas mares y los numerosos cráteres existentes en las tierras altas, que constituyen una prueba del intenso bombardeo meteorítico al que ha quedado sometida durante miles de millones de años. La exploración en detalle, mediante el telescopio, también revela la presencia de otros grandes accidentes como las cadenas montañosas y extraordinarias figuras, así como cráteres de gran espectacularidad que albergan picos centrales en el interior.

La lunación: un satélite que crece y que mengua

La órbita de la Luna alrededor de la Tierra y las posiciones respectivas de ambas respecto al Sol determinan las fases lunares, el ciclo de iluminación del hemisferio lunar visible, conocido como lunación o mes sinódico. Salvo en Luna nueva es posible ver algún fragmento lunar en algún momento del día o de la noche, por lo que es bastante fácil adaptar los programas de observación merced al número de horas disponibles para esta actividad.

La lunación o mes sinódico dura 29,5 días y se entiende como el periodo comprendido desde una fase hasta que ésta se produce de nuevo. Por ejemplo, de Luna nueva a Luna nueva o de cuarto creciente a cuarto creciente. El periodo orbital, en cambio, dura 27,3 días, por lo que hay un desfase de más de 2 días entre el mes sidéreo y el mes sinódico o lunación.

La Luna está nueva cuando se halla delante del Sol y éste sólo ilumina su cara oculta, pero no el hemisferio visible desde la Tierra. Después, se separa de dicha posición con su trayectoria orbital y al cabo de una semana, aproximadamente, tiene lugar el cuarto creciente, cuando los rayos solares bañan de luz medio hemisferio lunar merced a las posiciones relativas —en ángulo recto— del Sol, la Tierra y la Luna. Una semana más tarde, el satélite terrestre se sitúa en la parte contraria al Sol —la Tierra está en medio— y todo su hemisferio recibe la luz solar: es Luna llena. El cuarto menguante llega a la tercera semana desde la Luna nueva, y a los 29,5 días se completa el mes sinódico con la siguiente Luna nueva.

Distinguir el cuarto creciente del cuarto menguante es muy fácil. La Luna sólo puede estar en cuarto creciente al atardecer o en la primera mitad de la noche, y la Luna en cuarto menguante sale a medianoche y se pone al siguiente mediodía. Otra regla sencilla es analizar qué sector del hemisferio lunar está iluminado por el Sol. Para los observadores del hemisferio norte, la Luna creciente tiene a oscuras una porción de su parte izquierda e iluminada la derecha, y en la Luna menguante la oscuridad se halla en el sector derecho. Por esta razón, en cada uno de los cuartos pueden observarse diferentes accidentes lunares y es aconsejable tenerlo en cuenta, puesto que la Luna llena no es recomendable para estudios detallados a causa del intensísimo resplandor. El equilibrio de la luz en los dos cuartos facilita mucho las cosas y es posible apreciar extraordinarios detalles tanto en las áreas directamente bañadas por el Sol como en las más próximas al terminador, la línea que separa la zona de oscuridad de la iluminada.

La Luna, a grandes rasgos

En la Luna ocurre algo similar a lo del Sol: no son necesarios grandes telescopios porque se trata de un cuerpo celeste muy brillante. Un refractor de 70-80 mm. o un reflector de 100 mm. son más que suficientes para observaciones visuales, tanto en panorámicas generales como a 150-200 aumentos en condiciones favorables. Estos instrumentos ya facultan al observador para estudiar pequeños detalles y es posible obtener excelentes fotografías.

Cuando la Luna está llena, sólo algunos de los principales cráteres destacan sobre el conjunto debido al exceso de iluminación. El más llamativo es Tycho, situado muy al sur, debajo de del Mare Nubium, cuya característica notable característica son las largas e intensas radiaciones que parten de él en todas direcciones y que alcanzan larguísimas distancias. Debe observarse, por ejemplo, como una de ellas llega hasta el Mare Nectaris por el sureste. Estas líneas son las gigantescas salpicaduras de rocas que se produjeron en la colisión del meteorito que abrió el cráter Tycho.

Copernicus, a la izquierda del centro, también destaca en el primer vistazo general a la cara visible de la Luna. Es un cráter excepcional en el que pueden verse muchísimos detalles durante el cuarto menguante, pero cuando hay Luna llena las cosas se complican por culpa del intenso resplandor, que elimina las sombras y el contraste.

En la fase llena, la imagen dominante del hemisferio visible tiene como protagonistas a los mares, cuya polvorienta naturaleza les ha dado ese matiz gris. Hace miles de millones de años, el actual Mare Imbrium, el más grande de los mares, fue escenario de la mayor colisión cósmica sufrida por la Luna al caer un meteorito de gran tamaño. El paso del tiempo borró después las huellas de aquella catástrofe al inundarse de lava la cuenca del Mare Imbrium, que hoy vemos como una gran fosa grisácea.

Los mares lunares, evidentemente, no son como los terrestres. No hay agua en ellos, pero han heredado el nombre que les dio Galileo Galilei tras sus primeras observaciones con el telescopio que él mismo se fabricó, y que también le reveló la presencia de cráteres y cadenas montañosas.

En el cuarto creciente —o en Luna llena— son visibles el Mare Serenitatis, el Mare Tranqulitatis —el lugar donde alunizó el Apolo 11, la primera nave que llevó al hombre a la Luna— y el Mare Foecunditatis. Los tres forman una larga franja diagonal en el sector noreste, a cuya derecha se encuentra el más pequeño Mare Crisium.

El único "océano" lunar es el Oceanus Procellarum, que abarca todo el cuadrante noroeste y que es visible en Luna llena o cuarto menguante. En medio de él se encuentra el punto más brillante de la superficie lunar, el cráter Aristarchus.

(Extraido del libro Guía para exploradores del cielo, de Vicente Aupí)

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