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ASTRONOMÍA

Sistemas para observar el Sol

La fotosfera solar es fácil de observar con los telescopios del aficionado. El sistema de proyección o los filtros que se colocan delante del objetivo permiten distinguir las manchas del Sol y las fáculas. Si lo observamos diariamente y anotamos su evolución, podemos participar en la red internacional para el estudio del Sol, en la que toman parte millones de aficionados de todo el mundo. (Foto: Solar and Heliospheric Observatory-SOHO)

Algunos observadores avanzados usan un coronógrafo para observar las protuberancias solares. El coronógrafo es un instrumento que sirve para ocultar la superficie del Sol, a modo de eclipse artificial, de forma que se puedan observar la corona y los fenómenos eruptivos que no son visibles con un filtro normal. Esta fotografía de Joan Genebriera muestra el aspecto del Sol a travésde un coronógrafo construido por él mismo.

El sistema de proyección es el más seguro para estudiar el Sol, con la ventaja añadida de que puede observarse en grupo. En vez de mirarse a través de él, el telescopio se usa como proyector de la imagen. (Ilustración: European Southern Observatory-ESO)

El Sol es una excelente fuente de satisfacción para quienes deseen observar un astro con el mayor detalle, mediante instrumentos muy sencillos y, sobre todo, en un horario mucho más asequible que el que impone el estudio del firmamento nocturno. La estrella más cercana a nosotros es una enana de color blanco-amarillento que podemos considerar muy común entre las 150.000-200.000 millones que hay en la Vía Láctea. El hecho de que para nosotros sea tan importante se debe exclusivamente a su proximidad, pero si se hallara a la distancia de otras estrellas, como por ejemplo Vega, en la constelación de Lyra, ni siquiera brillaría tanto y desde la Tierra la veríamos como un punto débil de luz, apenas discernible, ya que su resplandor estaría próximo al límite de visibilidad a ojo desnudo.

La magnitud aparente del Sol es de –26,7. Es tan brillante que mirarlo directamente sin protección, incluso a simple vista, causa daños irreversibles en el ojo. En cambio, su magnitud absoluta —el brillo que mostraría a 32,6 años luz— sólo es de 4,83. Desde el punto de vista de la observación astronómica, todos estos datos nos recuerdan la importancia de las distancias en el espacio, que determinan que sea mucho más sencillo estudiar el Sol, la Luna y los planetas que las galaxias más lejanas, cuya débil luz sólo pueden captar los más potentes telescopios.

Observar sin riesgo

Aunque parezca una redundancia recordar el peligro que entraña la observación del Sol, es necesario insistir en ello porque normalmente esta advertencia sólo se refiere a la observación directa, sin protección. Sin embargo, debe quedar claro que el riesgo no reside únicamente en observar directamente —con o sin telescopio—, sino que también se extiende a determinados filtros vendidos en el comercio, cuyo mal uso los ha convertido en el principal peligro actual que entraña el estudio del Sol para los aficionados a la astronomía. Se trata de los filtros de color oscuro que se insertan en el ocular y que, de forma muy habitual, se venden en el comercio como dotación de un telescopio. Colocar un filtro solar en el ocular es un contrasentido, porque reciben todo el calor que le envía la lente —o el espejo— del telescopio y se calientan extraordinariamente, con consecuencias desastrosas que, muchas veces, han supuesto su rotura.

El sistema más seguro es usar filtros que se colocan delante del objetivo (lente o espejo), pero nunca detrás. Instalando el filtro delante se evita que el calor y la luz pasen a través del objetivo, ya que el efecto de reducción de la energía solar se produce antes de que entre en el sistema óptico del instrumento. Los filtros traseros que se instalan en el ocular deben descartarse como recomendación general, y sólo pueden usarse excepcionalmente si además se utiliza algún otro sistema de filtración añadido, como un helioscopio (prisma solar).
Además de los filtros delanteros que protegen el telescopio, el otro sistema universal de observación solar segura es el de proyección. En éste no se mira por el telescopio, sino que se proyecta su imagen sobre una pantalla situada a corta distancia del ocular. Su seguridad es total y cuenta con la ventaja añadida de que la imagen solar pueden verla varias personas a la vez, aunque la riqueza de detalles es algo menor que la que puede obtenerse en una observación con filtros solares. Cuando se usa el sistema de proyección es esencial que la pantalla esté en un lugar en penumbra, ya que a plena luz no se obtiene el necesario contraste en la imagen para apreciar las manchas y fáculas solares.

Telescopios pequeños: lo mejor para el Sol

El Sol es la gran excepción a la regla habitual que nos exige aumentar la abertura del telescopio para observar más detalles. Los refractores de 50 a 100 mm. de abertura son, sin duda alguna, el instrumento más adecuado para el estudio del Sol por numerosos motivos, que imposibilitan para esta faceta de la observación astronómica a los telescopios de grandes aberturas. La clave de su utilidad es, precisamente, su menor poder óptico, que en un astro tan brillante no sólo es suficiente para una buena observación, sino también la garantía de que la imagen no estará desvirtuada por las grandes turbulencias atmosféricas que se producen durante el día. Aunque pueda parecer sorprendente, es así: las grandes aberturas son muy útiles para rastrear el cielo nocturno en busca de galaxias de débil brillo, pero son inservibles para el astro rey, porque además del peligro que supone su notable intensificación de la imagen, su propia capacidad los hace vulnerables a los problemas ópticos añadidos, como la reverberación de la imagen a causa del calor y las turbulencias.

Otro buen consejo es no observar en las horas centrales del día. Los mejores momentos se producen unas dos o tres horas después de la salida del Sol, cuando ha ganado suficiente altura sobre el horizonte para que su imagen sea limpia y no le afecte la suciedad del aire suspendida en las capas más bajas de la atmósfera. Asimismo, en esa franja horaria el calor no es muy intenso y se evitan las notables corrientes verticales de aire que se producen a mediodía, muy perjudiciales por la inestabilidad de imagen que producen.
El punto de observación es importantísimo. Hay que huir del asfalto y de la proximidad de tejados, optando preferentemente por zonas arboladas o con vegetación en el suelo, que contribuirán a reducir las turbulencias. A este respecto, lo que es aconsejable para la observación nocturna, resulta imprescindible en el caso del Sol.

(Extraido del libro Guía para exploradores del cielo, de Vicente Aupí)

 

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"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"

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