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ASTRONOMÍA

Descubrir las Nubes de Magallanes

Las Nubes de Magallanes coronan en esta imagen las cúpulas del Observatorio Europeo del Sur (ESO) en La Silla (Chile). (Foto: ESO/Y. Beletsky)

La Nebulosa de la Tarántula es uno de los objetos destacados de la Gran Nube de Magallanes. (Foto: ESO/M.-R. Cioni/VISTA Magellanic Cloud survey)

Aunque ellos no lo descubrieron, el navegante portugués Fernando de Magallanes y sus compañeros de viaje se dieron cuenta en 1520, durante su travesía por los Mares del Sur, de que algunas estrellas conocidas desaparecían del cielo tras ellos bajo el horizonte norte y otras nuevas surgían ante sus ojos a medida que se desplazaban hacia latitudes meridionales. Para su sorpresa, el firmamento austral no sólo albergaba constelaciones desconocidas hasta entonces en Europa, sino que, además, poseía una mayor riqueza estelar que el cielo que habitualmente se observaba desde España y Portugal. Constataron que la redondez de la Tierra no sólo determinaba los cambios de posición del Sol en el cielo, sino que, además, al sur del ecuador terrestre se ven estrellas y objetos celestes invisibles desde las latitudes europeas. Por eso, como ya sabemos actualmente, desde los países boreales no es posible contemplar constelaciones como la Cruz del Sur y desde el sur de América el horizonte impide ver la Osa Mayor.

Sin duda, lo que más llamó la atención en el cielo a la expedición de Magallanes fueron dos extrañas nubes que destacaban poderosamente en el cielo sur junto al trazo blanquecino de la Vía Láctea. Esos dos cuerpos celestes se conocen universalmente en la actualidad como las Nubes de Magallanes, en honor del marinero portugués que logró pasar, por primera vez, desde el océano Atlántico al Pacífico bordeando por el sur el continente americano. Aunque Magallanes murió meses después en Filipinas, Elcano continuó el viaje de regreso a España, que fue el primero de la historia en el que se circunnavegó la Tierra.

En los tiempos de Copérnico

Aquellos fueron los tiempos en los que Nicolás Copérnico gestó las observaciones que le movieron a postular que, en contra de lo que se creía entonces, la Tierra no es el centro del Universo, en el que el célebre astrónomo polaco situó al Sol. Su teoría heliocéntrica apareció publicada en 1543 en el libro De revolutionibus orbium coelestium. Pero ni Copérnico ni Magallanes sabían en aquella época nada acerca de aquellas dos enigmáticas nubes que coronaban el firmamento austral. Hubo que esperar hasta la primera mitad del siglo XX para saber que, en realidad, se trata de dos pequeñas galaxias que orbitan alrededor de la nuestra, la Vía Láctea. Algo así como lo que hace la Luna alrededor de la Tierra o Ganimedes, Callisto, Io y Europa, las cuatro lunas descubiertas por Galileo en 1610, alrededor de Júpiter. Así pues, las Nubes de Magallanes son dos galaxias satélite de la Vía Láctea. La Gran Nube tiene unos ocho grados de tamaño angular en el cielo, lo que supone unas 16 veces el diámetro de la Luna tal como la vemos a ojo desnudo. Vista en el cielo, la Gran Nube de Magallanes es enorme, tanto que no son necesarios los telescopios para apreciar algunos de sus objetos más destacados, como la gigantesca Nebulosa de la Tarántula, bautizada así porque su aspecto recuerda al de una araña. Pero eso es lo que parece, ya que, realmente, la Gran Nube es una galaxia diminuta, de sólo unos 20.000 años luz de diámetro, más o menos la quinta parte de los 100.000 años luz que se cree que tiene la Vía Láctea. Entre ambas hay una distancia aproximada de unos 160.000 años luz.

Un hito en la cosmología

La Pequeña Nube de Magallanes sólo tiene 9.000 años luz de diámetro y está a casi 200.000 años luz de distancia, pero a pesar de ello se ve perfectamente sin ayuda óptica cerca de su hermana mayor, ocupando en el cielo una extensión angular de unos tres grados, unas seis veces el tamaño de la Luna, por lo que también su apariencia es grande.
Aunque Magallanes y sus marineros fueron los primeros europeos que las describieron en detalle, las dos nubes ya aparecen en algunos tratados de astrónomos árabes que lograron verlas con anterioridad desde lugares cercanos al ecuador. Se convirtieron en un hito de la Cosmología a principios del siglo XX, cuando la astrónoma estadounidense Henrietta Swan Leavitt estudió en el Observatorio del Harvard College miles de placas fotográficas de las Nubes de Magallanes tomadas desde la estación austral que dicho observatorio tenía en Perú. El análisis de estas imágenes le permitió descubrir en ellas la existencia de variables cefeidas, un tipo de estrellas que cambia de brillo regularmente. Leavitt logró establecer la relación entre la luminosidad de las cefeidas y el periodo de sus cambios de brillo, determinando que las estrellas variables de este tipo más luminosas tenían ciclos que superaban los 50 días, mientras que las menos luminosas pulsaban en sólo uno o dos días. Esta relación entre el periodo y la luminosidad de las variables cefeidas permitió calcular por primera vez, con cierta fiabilidad, la distancia a la que se encuentran las estrellas, y los resultados fueron abrumadores, ya que las dimensiones del Universo cambiaron por completo y los astrónomos pasaron de creer mayoritariamente que el Cosmos se limitaba a la Vía Láctea, con unos 100.000 años luz de diámetro, a admitir que nuestra galaxia sólo era una más entre millones de ellas.

Así pues, las Nubes de Magallanes no son sólo dos de los objetos más esplendorosos del firmamento austral, sino también los que han aportado a la ciencia algunas de las claves para entender el Universo. En los cielos del sur hay maravillas inalcanzables desde Europa y Estados Unidos, pero su influjo ya movió en el siglo XVIII al astrónomo francés Nicolas Lacaille a trasladarse al cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, para estudiar los cielos del sur. Le siguió John Herschel en el siglo XIX y actualmente lo hace el Observatorio Europeo del Sur (ESO), uno de los mayores centros astronómicos del mundo.

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"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"

Carmen Cortelles

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